
Lluis Garriga
Obras en Venta
Los accesos deberían permitir ser traspasados por voluntad. Acceder a algo es,
en el fondo, conocer la manera de descifrar el modo de hacerlo. Las cerraduras poco sirven cuando existen arietes o, cuando abiertas, no nos atrevemos a traspasar el umbral al que hemos llegado. De ahí que los accesos hayan de traspasarse por voluntad, no por azar o privilegio en cuyo caso seguiríamos en las afueras sin reconocer nada porque nada es lo que empuja al azar o el privilegio donado. La casualidad no existe, todo atiende a un pacto previo consigo mismo. La
comprensión, entonces, alcanza a saber que, voluntad y conocimiento sin ser una
misma cosa resultan ser indisociables por cuanto la voluntad o deseo de acceder a lugar alguno es tanto como reconocer y comprender la existencia de un lado no
revelado de lo propio. Un lado que el pensamiento advierte estableciendo los
canales para encontrarse donde ya se está.
El acceso entonces, es pensamiento. La clave, el descendimiento a lo insondable y
la conciencia de estar vivo.
Epifanía de esa conciencia y magnitud, es el punto de convergencia donde la realidad de las sensaciones y experiencias se implican, en una especie de verdad repartida, entre la necesidad de ser asumida y el convencimiento de la acción sobre la materialidad de las formas una vez que lo creído deja de serlo para convertirse en certidumbre tornando a experiencia externa.
Una manifestación tal es lo que anda ocurriendo en Lluis Garriga y que nos llega
a través de esa catalización a bocanadas desgarradoras, vehementes y coloristas,
telúricas y apaciguadas a veces de sí mismas como si, más que conformes,
estuvieran escuchándose para reemprender. Lluis Garriga ha emprendido un camino, ha llegado a un lugar donde nada termina sino empieza y es su pintura una carta abierta, un mapa de la geografía habitada por él en él.
Los ritmos se agolpan. El tacto de cada superficie igual modelada que, cargada de
tersura, va definiendo cada obra, cada compás, cada necesidad para dejarse ver y comprender lo alumbrado, como si en cada acto de creación no hubiera un antes que reivindicar sino un ahora que concentra todo lo anterior ocurrido. Y es que su obra es una especie de catarsis, de creación y ruptura a un tiempo. Cartografía de pintura donde los elementos son cobijo para validar los muros de una vida imposible. Mientras, y en paralelo como si dos universos fueran razón del uno en el otro, allí mismo es donde la batalla se libra, donde se trenzan y
escapan los procedimientos, entre la oscuridad y la luz, entre el color
tremendista y la fugacidad sedosa de cuerpos depurados como esquemas
neuronales, tierra, vida o hecatombe.
Si. Lluis Garriga ha llegado a esa puerta, a ese umbral de comprensión que le sitúa en una iconografía del todo que no sucumbe a los rangos de percepción para perpetuarse en el signo de una definición accesible al ajeno. Lluis se retuerce en cada pieza y cada una es aquel diálogo propio entre el artista y el medio que habita en color, formas y procedencias tan ancestrales como futuras
de un universo que, a base de no encerrarse, llega a definir como testimonio de sí
mismo.
Lluis mira como miran los humanos y no es decir poco. Sólo algunos artistas son
capaces de abordar su obra haciendo evidente sobre el soporte lo que ha de ser en cada momento, olvidándose incluso del propio ego cuando se trabaja desde el yo.
Lluis es un artista que se fascina por todo y de todo toma conciencia. En su obra
hallaremos iluminaciones como si ante un vitral nos encontráramos, figuraciones
fantasmales de grito ahogado, alegóricas, magicistas y esenciales, grisallas veladas de iluminación transparente como si un trasluz en forma de narrativa ajena y alejada nos hubiera introducido en un tiempo impreciso…materia, pintura, agitación y sosiego…
En estas obras, es todo un torbellino de amalgama y dibujo, de arranque y quietud,
nebulosas y aprehensiones como un cúmulo de luces hecha materia manteniendo siempre las formas de la cicatriz, los surcos y accidentes, la caligrafía de la pintura, celosías neuronales que esconden, precisamente, las barreras…lo que tapa, lo que separa y sirve de frontera entre nosotros y ese otro lado intuido pero no revelado; la ocultación que proporciona la transparencia,
la belleza de hacer misterio hasta donde el tacto alcanza.
Bajo esta propuesta en la que Lluis Garriga desarrolla su trabajo, bien podemos apuntar que cada pieza que aborda es la parte y el todo en un mismo tiempo y lugar con identidad propia que es aquella que al artista define en el momento de la acción.
Así, cataliza las formas de un instante, lo ignoto de los ademanes que la realidad
adopta y absorbe haciendo del instante toda una historia cargada de sugerencias.
Y es que su obra son muros en los que proyectarse, en los que el horizonte se
adivina pétreo y gravitante, rocoso y lacerado por una culpa inexistente que
asume por el hecho de ser paño y tabique, lugar para la creación pero siempre
empujado de pintura y erosión construida, cuando no, urdimbre de pincela que no
olvida flirtear hasta convertirse en el punto donde lo revelado se halla siempre al otro lado. De ahí que el pensamiento de estas imágenes sean capaces de trasladarnos al “Drash”; a ese tercer estado de percepción donde, habiendo traspasado las puertas de la iniciación y el conocimiento, el iniciado siempre se reserva para que lo oculto no le sea aún revelado. Un misterio, un acicate
que el propio camino de labor hará mantenerse en permanente tensión
emocional.
Algo tiene esto de perverso, de contención y necesidad de traspasar los renglones más intrincados para llegar a lo esencial. En esto, mucho tienen que decir esos singulares retratos que definen su impronta en pura visceralidad. Retratos a vuelapluma de grafito que atesoran tanto de significación como de fuerza, y tanta ingenuidad pretendida como de perverso sin perversión.
En todo, la obra de Lluis Garriga es puro instante de labor con tiempo, energía
trasladada al soporte. Surrealismo, psicodelia…la película de las formas que
nos revela un todo de color amasado o serpenteando para no ser uno, sino el punto de convergencia donde todo alcanza otra dimensión de su naturaleza. En su obra está el peso de la materia y lo efímero, lo susceptible de soplo para ser cambiante y no parar jamás.
A veces, el artista actúa sobre el soporte como una extensión de sí mismo llegándose a percibir tal extremo. De esa forma, su manera, construye una especie de cuerpos acumulados. Cuerpos sin forma definida, pero materia de cuerpo en sus modulaciones que el color convierte en un encadenamiento sin fin.
Encadenadas obras, unas tras otras de eslabones definidos en la pluralidad del
propio devenir, del propio ser, de la propia persona, del propio existir que no puede
sino ser múltiples para ser uno. En todas y cada una de ellas está Lluis Garriga. En la multiplicación, en el misterio del movimiento eterno para revelar que la
mejor manera de mantener todo el misterio del mundo se encuentra, precisamente, en la absoluta transparencia.
Juan Antonio Tinte
Profesor Universidad Complutense
Listado Explosiones Lluis Garriga.
2016. Expo en la Galeria Marquez
( Barcelona ).
2016. Expo en la galeria Abartium
( Barcelona )
2017. Expo en la feria de arte moderno de
Vancouver ( Canada )
2017. Expo en galería Marquez
( Barcelona )
2018. Expo en la galeria Colorida
(Portugal )
2019. Expo en la galeria Abartium
( Barcelona )
2019. Expo en la Gallery 104 art ( New
York )
2019. Expo en la Museo Monjo
( Barcelona )
2021. Expo en la Janus Gallery ( New
York )
2021. Expo en la feria Art Basel ( Miami )